Agu-ja
La aguja penetró hasta que salpicó el líquido rojo. Ouch! Haló y haló el hilo hasta que la piel quedó fruncidita dejando como huella miles de ojos cerrados a presión que se negaron a ver los agujeros inflamables del rostro. Con la boca cortó el hilo que sobraba, lo escupió. Pasó su lengua por la piel. No quería que aquel vestidito se estrujara.
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