4 de enero de 2007

Sabor artificial


Siempre lo supo, incluso ya lo sabía desde ese día que con los ojos repletos de leche le invitó una cerveza. El mar se revolvía con furia y ella sentía el oleaje allá abajito. Le daban calambres ricos, las olas, muchos calambres. Las cervezas seguían llegando y ella bebía, bebía, pero lo sabía.
El agua hacía "splash" en las rocas y seguía el consquilleo en la cosita rica. Hasta que se metió al mar y probó sus gummy bears, saladitos, saladitos.
Todo era mar, calambre, leche, cerveza, sabor artificial.

Nunca Jamás


No tenía tetas, ni sangraba. Tenía 20 años. Sus padres decidieron dejarla vivir-dormir como una chica de nueve. Movía sus ojos turbios al ritmo de la batidora donde su mamá preparaba el puré que le daría de cena.

"Es que ella vive en el país de Nunca Jamás", reveló la madre.

La niña inmóvil, con risa gélida, sin ser niña, sin ser mujer, sin ser.