24 de julio de 2009

En(cantos)


Entumecida y humedecida con puños de tejidos que la abrazan hasta besarla en los labios frutales. Cada gotita de sangre es venenosa y recorre su cuerpo hasta vaciarlo. Hasta los piratas pasaron por allí para probar de su líquido venenoso pero huyeron porque los piratas siempre andan huyendo, buscan tesoros pero se van sin nada, sin rumbo, sin anclaje, sólo ven al horizonte y ¿qué se ve en horizonte? Ven por un solo ojo, los piratas, atrofiados, distorsionados, tratando de hacerse los más r-----------s tratando de cargar con espadas que no matan, con botines que aparecen mojados en el fondo del mar siglos y siglos después. Sus rastros perduran, pero es difícil llegar hasta ellos una vez uno ha decidido nadar sin sumergirse.
Las sirenas también tienen su encanto y canto, pero de tanto cantar se quedan roncas y se rompe el embrujo y tienen piernas y corren y se van de ese pedazo de piedra a la que los piratas tanto le temen. Ellas se cortan el pelo, se quedan calvas y se van a los monasterios para silenciar lo que por tantos años han cantando. Sin colas, sin medios ojos, sin cantos, con piernas, con ojos, silentes, se van despellejando las sirenas hasta sacarse cada pedacito salado, cada rastro de aquellas historietas que hoy le dan movilidad.